Hay niños que tienen un bajo tono muscular, no les gusta hacer deporte porque se cansan. Les cuesta estar sentados correctamente en la silla y en el suelo,y se sientan muchas veces sobre sus piernas. Necesitan apoyar su cuerpo en algo para mantener la postura y por eso se tumban sobre la mesa cuando escriben o leen. Cada vez que mueven la cabeza hacia arriba o hacia abajo sus piernas se estiran o encogen pareciendo que se balancean en la silla.
Pueden parecer que son torpes en sus movimientos, pues en cuanto giran la cabeza hacia la izquierda o la derecha, estiran el brazo del mismo lado tirando todo lo que tienen encima de la mesa. A esto hay que añadir que, en muchos casos, les cuesta arrancar con la lectura, no consiguen mantener la atención durante las explicaciones ni centrarse en su trabajo de mesa, por lo que casi siempre son los últimos en todo o dejan sus trabajos sin terminar.
Tanto para las profesoras como para los padres, estos síntomas son motivo de preocupación.
En realidad, todas estas «señales» indican una inmadurez cerebral y la falta de integración de varios reflejos primitivos debido a una insuficiente estimulación de distintas partes del cerebro. Esta estimulación se consigue a través del correcto desarrollo motor de los niños, especialmente en el primer año de vida.
En muchas ocasiones, los padres, en nuestro afán de ayudar a nuestros hijos en su desarrollo y en la falsa creencia de que lo importante es que los niños anden, no dejamos que los bebés desarrollen sus habilidades motoras por sí mismos.
Nos saltamos etapas cruciales en su desarrollo, como son el reptado (arrastre) y gateo. Enseguida los sentamos, les limitamos el movimiento poniéndolos en hamacas o en sillitas de seguridad (diseñadas exclusivamente para el transporte en vehículos) usamos andadores.
El cerebro se va desarrollando en su plenitud a través de los movimientos repetitivos que hacen los niños en la etapa de suelo. Cuanto más los repiten, mejores y más duraderas son las conexiones neuronales.
Cuando el cerebro está suficientemente estimulado y maduro tiene la capacidad de mantener el control postural sin esfuerzo, de mantener la atención, de controlar la impulsividad, de aprender a leer con facilidad y un largo etcétera.
Afortunadamente se puede dar al cerebro una segunda oportunidad de madurar a través de determinados ejercicios, pero con un coste alto en tiempo y esfuerzo.
Es más rentable y gratificante obedecer a la naturaleza respetando las etapas del desarrollo neuromotor.
Entre los seis y los doce meses los bebés comienzan el proceso del gateo. Deberán gatear el máximo tiempo posible, ya que el gateo es la base de muchas otras habilidades.